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Lo que pudo ser y...




Martes 28 de Junio de 2016: faltan 9 días para el enceste del gran fondo. Este año en Asturias se han hecho dos concursos por encima de los 700 km: Casas del Porro (Cádiz): 820 km a mi palomar y El Cuervo (Sevilla): 730 km a mi palomar. El primero ha sido un test de supervivencia donde tras 4 días sólo 9 de las 151 palomas enviadas han regresado. Nuestras palomas se soltaron conjuntamente con 75 ejemplares de la provincia de León, donde tampoco llegaron muchas a pesar de no tener la Cordillera Cantábrica como telón de acero. La segunda no le vino mucho a la zaga: 43 recibidas de 306 enviadas.

Al primer gran fondo, envié dos yearlings inadecuadamente preparados, por lo que como era previsible, más aún si cabe vista la dureza del concurso, no obró el milagro.

Aunque hoy en día en ningún lado se recuperan tantas palomas como en el pasado por los trabajos de limpieza que realizan las aves rapaces cuyas poblaciones van in crescendo, en mi caso personal no he recuperado ni una sóla paloma de las 8 sueltas a las que he enviado este año. Sólo un macho perdido por el palomar en Diciembre me regresó tras 6 meses fuera. Eso sí, cuidado y con anilla de grapa numerada. Vamos, que alguien lo tuvo en su palomar aquerenciado.

En Asturias, creo que tenemos un grave problema de fondo que va más allá de la orografía. El problema se llama presión rapaz desmesurada. Lo que para muchos, especialmente forasteros, es una disculpa del mal colombófilo, para los que abrimos el sputnik a diario entre acantilados y riscos, se llama realidad. La Cordillera Cantábrica que franquea el paso de nuestras palomas por el sur, está sembrada de "pasos" para las palomas. Pero esas entradas naturales, en los meses de primavera donde otras provincias comienzan sus vuelos, están todo el día cubiertas de niebla. Cuando el sol calienta y la meteorología mejora ligeramente y los pasos permiten el paso puntual de palomas, comenzamos nuestra campaña. Es Mayo.
El primer concurso oficial suele ser el primer fin de semana de Mayo y el último la primera semana de Julio. Como véis, los dos meses por excelencia para la cría de sus pollos por parte de los halcones peregrinos, son nuestros meses de concursos. El número halcones puede permanecer estable (que no es el caso), pero la virulencia de sus ataques se multiplica exponencialmente al tamaño de su prole. En esas fechas, las palomas no quieren ni salir a volar fuera del palomar. Ese problema se magnifica en esta parte de la región donde no hay una entrada directa desde el sur y las palomas tienen que costear sí o sí. Y es que en la costa ya se sabe quién habita.

Pero volviendo a esos largos días de finales del mes de Junio, y tras el mazazo que supuso para todos la primera de las dos sueltas serias, aproveché mis vacaciones para preparar las palomas de cara a intentar enmendar los errores cometidos en el primer gran fondo y ver al menos pluma en el segundo que se celebraría dentro de 9 días. Nunca había hecho un test de activación como éste, pero tenía bastantes palomas disponibles y me sentía con fuerzas. Llevaba días mirando la predicción y en León daban buen tiempo aunque el cielo estaba encapotado en Asturias. De todos modos me decidí a experimentar.

Desde Ribadesella, pasando por Arriondas y dirigiéndome hacia Cangas de Onís, donde nada más dejar el Puente Romano a la derecha tomé el desvío que me llevaría hacia el largo puerto del Pontón que comunica el oriente de Asturias con la meseta, las nubes no me abandonaron. Me dirigía hacia el sur puro. Por dónde sé que las palomas nunca entrarán dada la orografía del lugar. Pero quería que “pensaran” un poco. No tenía un punto de suelta fijo así que fui improvisando según avanzaban los kilómetros y las horas.

En el maletero, sin saberlo, iban a ser torturados 11 hembras y 5 machos. Casi todas con entre 1300 y 1600 km de “carretera” entre entrenamientos personales y entrenamientos/concursos regionales durante los 2 meses previos. Más que suficiente rodaje físico sobre el papel, para la distancia que iban a volar ese día.

La belleza paisajística de la ruta rodada por la que circulaba me hacía soñar con que si “lo de hoy salía bien”, podía ser mi arma secreta en años venideros. Confiaba en que los cielos grises dieran paso al sol que me encontraba al llegar a la altura del pueblo de  Oseja de Sajambre, poco antes de coronar El Pontón, y tras dejar atrás el precioso Desfiladero de Los Beyos, por donde el incipiente Río Sella excava la roca y se abre paso entre la caliza para desembocar 60 km más al norte, a 2 km de mi palomar.

Niebla en el Desfiladero de los Beyos (Puerto del Pontón)

Pocos kilómetros después de coronar el Pontón, ya bajando hacia León, se encuentra la población de Riaño, al lado del embalse que anega 2200 hectáreas y que se enclava en pleno corazón de los Picos de Europa.
En ocasiones usado por colombófilos de la zona como punto de entrenamiento, a esas horas presentaba un aspecto impracticable para soltar palomas.


A la derecha el embalse “emanando” niebla

Por tanto, continué mi camino hasta encontrar mejores condiciones de suelta.
La angosta y recurvada carretera de subida al Pontón por la vertiente asturiana, daba paso a las amplias rectas que salpican Castilla. Verdaderas autopistas para nuestras palomas.

Dejando atrás el “telón de acero”

Como se puede apreciar en las fotografías, la predicción meteorológica había dado en el clavo. El día en León era muy bueno. Además había una ligera brisa que proporcionaba una sensación térmica francamente agradable.


Rumbo al sur

Tras 3 horas de viaje rodado; entre cielos encapotados y verdes montañas primero y bajo cielos azules y tostados páramos después, llegué a la población de Mansilla de las Mulas, situada ligeramente al sureste de León capital. La distancia a mi palomar: 112 km en línea recta. Hace ya unos años que no puedo dejar de esbozar una sonrisa de incredulidad cuando  oigo hablar de distancias lineales en esta colombofilia. Pero de eso hablaré en otra entrada del blog.


Punto de suelta. A 50 km, la Cordillera Cantábrica que nos cobija


Listas para la acción

Poco antes de mediodía 10 de las 11 hembras fueron liberadas, dejando otra que realmente iba de relleno, para soltar con los machos. Las hembras salen muy mal orientadas. Hacia el oeste. Muy altas. Las pierdo de vista y suelto tras 15 minutos las otras 6 palomas que salen rectas y con mucha fuerza para casa. Inmediatamente inicio el retorno a casa pensando en: “a ver quién gana hoy”.
A la vuelta imágenes como las que siguen me hacían ser optimista…


 Tras media hora de “vuelo”


 Parece otro embalse


Riaño

Pero todo cambió cuando ya bajando el Pontón vuelven los nubarrones. Nubarrones que persisten en la costa. Llego a casa a las 2 horas y media de vuelo: ni rastro de las palomas. El no encontrar ninguna hembra; recibir primero 4 de los 5 machos -junto con la hembra- ¡tras casi 3 horas de vuelo!; todas con la "garganta fuera", mirando asustadas constantemente hacia arriba y entrando agolpadas por el sputnik tras venir perseguidas por el peregrino, me devolvió a la realidad de estas tierras. 


Monte Mofrechu al fondo cubierto por las nubes.

Las 3 horas de espera siguientes fueron de infarto ya que de las 10 hembras sólo tuve noticia tras 6 horas y 35 minutos de vuelo real de 6 de ellas. Y digo real porque llegaron en grupo. Venían con las narices mojadas y magras. Deshidratadas. Habían bordeado montañas, atravesado niebla y hecho un desgaste enorme e innecesario. ¿La causa? Creo que está clara.


La 58 poco después de  llegar con la nariz húmeda de atravesar la niebla

Al final del día faltaban 2 hembras, una de las cuales recuperé 3 días después totalmente "en chasis". De la otra, nada se supo.
Con este panorama y aunque faltaba todavía una semana donde obviamente no iba a obligar a las palomas a volar por el palomar, las ilusiones para el gran fondo se habían desvanecido. El día del enceste las palomas “a la mano” iban correctas. Pero intuía que su moral, como la mía, estaba derrotada. Derrotada por los cientos de ataques a los que las había expuesto este año...innecesariamente.

Y es que la moraleja de esta temporada en general y esta suelta en particular es que nuestra temporada deportiva coincide de lleno con la temporada de cría de las aves rapaces. Cuando en una zona hay un club o varios socios unidos y la gente hace entrenos a nivel social, las pérdidas se reparten. Y lo que aún es más importante: las palomas sufren menos psicológicamente y se desarrollan muscularmente. En mi particular búsqueda del equilibrio entre lo físico (necesario para ganar) y lo psíquico (necesario para regresar), este año he vuelto a fallar.

La solución a nuestro problema pasa por el retorno de los "viejos rockeros" de la zona al escenario colombófilo. Por la unión para entrenar las palomas antes o durante la campaña. Lo demás es terreno conocido para mí. Un terreno estéril que no da frutos porque cada año “la plaga” se los come.

¡Nos vemos en el aire!
palomarmofrechu@yahoo.es